La conmovedora historia de Fernando Molina, un padre de familia migrante de Nicaragua, ha sacudido a la comunidad latina en Estados Unidos. Su trágica muerte y las circunstancias que rodearon la entrega de su cuerpo han generado indignación y un llamado a la reflexión sobre la atención médica y el respeto a las decisiones familiares en situaciones críticas.
Fernando, de 67 años, había llegado a Estados Unidos en la década de los 90, buscando una vida mejor para él y su familia. Se estableció en Nueva Orleans, donde trabajaba como pintor de casas. Sin embargo, su vida dio un giro inesperado el 18 de marzo de 2025, cuando sufrió un desmayo en su lugar de trabajo. Su hija, Martha Patricia Molina, recibió la devastadora noticia de que su padre había sido trasladado al hospital, pero lamentablemente, llegó demasiado tarde.
### La Negligencia en la Atención Médica
La situación se complicó aún más cuando Martha Patricia se enteró de que su padre había estado esperando atención médica durante más de una hora después de su desmayo. Según el parte médico, el desmayo ocurrió a las 9:30 de la mañana, pero la llamada al 911 para solicitar ayuda no se realizó hasta las 10:30. La ambulancia llegó a la escena a las 10:40, lo que significa que Fernando estuvo sin atención médica durante un tiempo crítico.
Martha Patricia reveló que la demora en la atención se debió al miedo de otros trabajadores indocumentados en la empresa de su padre a ser deportados. Esta situación resalta un problema mayor en la comunidad migrante, donde el temor a las autoridades puede tener consecuencias fatales. La falta de atención oportuna llevó a Fernando a sufrir una insuficiencia respiratoria que culminó en un ataque cardíaco, resultando en su muerte.
### La Entrega del Cuerpo y la Donación No Consentida
La familia de Fernando enfrentó otro golpe devastador cuando, tras su muerte, el hospital les informó que tenían tres días para recoger el cuerpo. Sin embargo, cuando la funeraria llegó para realizar la recogida, se encontraron con la sorprendente noticia de que el cuerpo de Fernando había sido donado a una agencia de procuración de órganos, a pesar de que la familia había expresado su negativa a la donación.
Martha Patricia y su familia se vieron obligados a luchar para recuperar el cuerpo de su padre. La situación se tornó aún más confusa cuando el hospital admitió que habían registrado a Fernando como un «desconocido» o «vagabundo», a pesar de que la familia había estado presente y había proporcionado toda la información necesaria para su identificación.
La familia se sintió traicionada y despojada de su derecho a decidir sobre el cuerpo de su ser querido. Martha Patricia expresó su frustración al señalar que, aunque apoyaba la donación de órganos, el respeto por la voluntad de la familia debe ser primordial. La lucha por recuperar el cuerpo de Fernando se convirtió en una batalla legal y emocional, donde la familia tuvo que amenazar con una denuncia para que finalmente se les entregara el cuerpo.
Finalmente, después de una intensa lucha, la familia logró recuperar el cuerpo de Fernando, pero no sin la desgarradora revelación de que le habían extraído huesos y tejidos. Esta experiencia ha dejado una marca indeleble en la familia, que ahora aboga por el respeto a las decisiones familiares en situaciones de donación de órganos.
La historia de Fernando Molina no solo es un recordatorio de las dificultades que enfrentan los migrantes en busca de una vida mejor, sino también una llamada a la acción para que las instituciones de salud respeten la voluntad de las familias en momentos de dolor. La negligencia médica y la falta de respeto hacia las decisiones familiares son problemas que deben ser abordados con urgencia para evitar que otras familias sufran experiencias similares.
La comunidad latina y los defensores de los derechos de los migrantes están pidiendo cambios en las políticas de atención médica y donación de órganos, para garantizar que se respeten los derechos y deseos de las familias en situaciones críticas. La historia de Fernando es un testimonio de la lucha por la dignidad y el respeto, y un recordatorio de que cada vida tiene un valor incalculable.