En el ámbito de los certámenes de belleza, la figura de Nawat Itsaragrisil, organizador de Miss Universo, ha sido objeto de controversia tras las acusaciones de maltrato y agresión por parte de varias reinas de belleza. Recientemente, Fátima Bosch, representante de México en Miss Universo 2025, expuso públicamente una serie de incidentes que la llevaron a sentirse intimidada y menospreciada por el empresario tailandés. Este escándalo ha reavivado el debate sobre el trato que reciben las concursantes en estos eventos y la cultura de silencio que a menudo rodea a las denuncias de abuso en la industria.
La situación se tornó crítica cuando un video comenzó a circular en redes sociales, mostrando a Nawat llamando «tonta» a Fátima durante un evento previo a la final del certamen. En un acto que muchos interpretaron como una forma de intimidación, el organizador llamó a seguridad para que desalojaran a la concursante mexicana. Fátima, lejos de permanecer en silencio, decidió hablar con los medios locales, donde denunció la falta de respeto y el intento de silenciarla por parte de Nawat. Este incidente no es aislado, ya que otras reinas de belleza han hecho acusaciones similares en el pasado.
Una de las denuncias más resonantes fue la de Rachel Gupta, quien ganó el certamen de Miss Grand International 2024, también organizado por Nawat. Gupta, la primera representante de India en obtener este título, renunció a su corona ocho meses después, alegando haber sufrido malos tratos y un ambiente laboral tóxico. En sus declaraciones, mencionó que la organización no cumplió con las promesas realizadas y que recibió comentarios despectivos sobre su cuerpo, además de ser sometida a jornadas laborales extenuantes en condiciones humillantes. La respuesta de Nawat fue desmentir las acusaciones, argumentando que la renuncia de Gupta se debió a un incumplimiento de funciones.
Este patrón de comportamiento ha llevado a un creciente escepticismo sobre la gestión de Nawat en los certámenes de belleza. La situación se intensificó cuando, tras la denuncia de Fátima, Nawat apareció en un video llorando y pidiendo disculpas, aunque posteriormente acusó a la mexicana de mentir y de intentar desprestigiarlo. La respuesta de la organización Miss Universo no se hizo esperar; su presidente, Raúl Rocha, condenó públicamente el comportamiento de Nawat y anunció que se tomarían medidas en su contra, restringiendo su participación en la final del certamen.
La condena de Miss Universo a las acciones de Nawat ha sido un paso significativo en la lucha por el respeto y la dignidad de las mujeres en el ámbito de los certámenes de belleza. Rocha enfatizó la importancia de erradicar cualquier forma de abuso y humillación, y su mensaje resonó en un momento en que la industria enfrenta un escrutinio creciente por su cultura de silencio y complicidad.
La situación de Fátima Bosch y Rachel Gupta pone de manifiesto la necesidad de un cambio estructural en la forma en que se gestionan los certámenes de belleza. Las concursantes deben sentirse seguras y respetadas, y no ser objeto de maltrato o intimidación. La visibilidad que han ganado estas denuncias es crucial para fomentar un ambiente más saludable y respetuoso en la industria, donde las voces de las mujeres sean escuchadas y valoradas.
A medida que el escándalo continúa desarrollándose, es evidente que la comunidad de certámenes de belleza debe reflexionar sobre sus prácticas y la cultura que han permitido que situaciones como estas ocurran. La presión pública y la condena de comportamientos abusivos son pasos necesarios hacia la creación de un entorno más seguro para todas las participantes. Las reinas de belleza no solo representan la belleza exterior, sino también la fortaleza y la resiliencia de las mujeres en todo el mundo. Es hora de que la industria reconozca y valore estas cualidades, asegurando que cada concursante sea tratada con el respeto que merece.