La reciente declaración de Ismael El Mayo Zambada, presunto líder del cártel de Sinaloa, ha captado la atención mundial. En un tribunal de Brooklyn, Nueva York, Zambada se declaró culpable de participar en un negocio ilícito y tráfico de cocaína, admitiendo haber dirigido esta organización criminal durante más de cinco décadas. Su confesión, leída ante el juez federal Brian Cogan, no solo revela la magnitud de sus operaciones, sino que también pone de manifiesto la compleja relación entre el narcotráfico y la política en México y Estados Unidos.
### La Confesión de Zambada: Un Guion Ensayado
Zambada, en su declaración, no escatimó en detalles sobre cómo promovió la corrupción en México, involucrando a policías, mandos militares y políticos en su red de sobornos. Sin embargo, lo que resulta inquietante es la omisión de mencionar a sus contrapartes en Estados Unidos. Este silencio sugiere una narrativa cuidadosamente construida que favorece a ciertos intereses. La Casa Blanca, al aprovechar estas confesiones, parece estar orquestando un espectáculo que se asemeja a un programa de telerrealidad, donde los participantes son presentados como auténticos, aunque sus acciones están coreografiadas para servir a un propósito mayor.
El hecho de que Zambada haya evitado un juicio por 17 cargos a cambio de su declaración plantea interrogantes sobre los beneficios que ha recibido del Departamento de Justicia. Estos beneficios, que permanecen en secreto, podrían estar alineados con los intereses geopolíticos de Estados Unidos, que busca validar su discurso xenofóbico y militarista. En este contexto, la figura de Zambada se convierte en un peón en un juego mucho más grande, donde el narcotráfico se utiliza como una herramienta para justificar intervenciones y políticas agresivas en América Latina.
### La Complicidad en Ambos Lados de la Frontera
La narrativa que se desprende de las declaraciones de Zambada es problemática. Al señalar a funcionarios mexicanos como los únicos responsables de la corrupción y el narcotráfico, se ignora la complicidad de actores estadounidenses en este entramado. La entrada y distribución de drogas en Estados Unidos no podría llevarse a cabo sin la colaboración de personas dentro de sus cuerpos policiacos y del aparato de justicia. Esta omisión es un reflejo de una estrategia de desviar la atención de la responsabilidad compartida que existe en el tráfico de drogas.
Por ejemplo, cuando el director de la DEA, Terrance Cole, compara a Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad de México, con Zambada y El Chapo, se olvida de mencionar que García Luna fue un producto del sistema estadounidense. Entrenado y respaldado por gobiernos de Estados Unidos, su ascenso al poder estuvo marcado por la complicidad de las mismas instituciones que ahora lo demonizan. Esta doble moral plantea la necesidad de un examen más profundo sobre cómo las políticas antidrogas han sido implementadas y cómo han fallado en abordar las raíces del problema.
La narrativa de que el narcotráfico es un fenómeno exclusivamente extranjero, donde los únicos estadounidenses involucrados son los pequeños distribuidores en las calles, es engañosa. Este enfoque simplista no solo desvirtúa la realidad, sino que también perpetúa estereotipos dañinos y justifica políticas que a menudo resultan en más violencia y sufrimiento en países como México. La realidad es que el narcotráfico es un negocio que involucra a múltiples actores en ambos lados de la frontera, y la solución no puede ser simplemente criminalizar a un lado mientras se ignoran las complicidades del otro.
### Implicaciones para la Política Internacional
La situación de Zambada y su declaración ante el tribunal no solo tiene repercusiones en el ámbito del narcotráfico, sino que también afecta las relaciones internacionales. La forma en que Estados Unidos maneja este caso puede influir en su política hacia México y otros países de América Latina. Al presentar a Zambada como un villano absoluto, se corre el riesgo de simplificar un problema complejo que requiere un enfoque más matizado y colaborativo.
Además, la utilización de figuras como Zambada en la narrativa política de Estados Unidos puede servir para desviar la atención de problemas internos, como la creciente violencia relacionada con las drogas en su propio territorio. En lugar de abordar la demanda de drogas y sus consecuencias, se prefiere centrar el discurso en la criminalización de países vecinos, perpetuando un ciclo de violencia y desestabilización.
En resumen, la historia de Ismael El Mayo Zambada es un microcosmos de las dinámicas más amplias del narcotráfico y la política internacional. Su declaración y el posterior tratamiento mediático reflejan no solo la complejidad del fenómeno del narcotráfico, sino también las narrativas que se construyen en torno a él, que a menudo favorecen a ciertos intereses mientras desdibujan la realidad de la complicidad y la responsabilidad compartida.