La relación entre Estados Unidos y México ha estado marcada por tensiones históricas, especialmente en el ámbito de la seguridad y el narcotráfico. En este contexto, la Administración de Control de Drogas (DEA) ha jugado un papel controvertido, a menudo siendo percibida como un agente de injerencia en los asuntos internos de México. Recientemente, se ha revelado que durante las primeras semanas del gobierno de Donald Trump, la DEA propuso llevar a cabo ataques militares en territorio mexicano, incluyendo asesinatos selectivos de líderes de cárteles y la destrucción de infraestructura relacionada con el crimen organizado. Esta propuesta, aunque rechazada por la Casa Blanca y el Departamento de Defensa, pone de manifiesto la postura agresiva de la DEA y su tendencia a actuar sin considerar las implicaciones legales y diplomáticas.
La figura de Derek S. Maltz, entonces director interino de la DEA, es central en esta narrativa. Su apoyo a acciones militares en México refleja una mentalidad que ha caracterizado a la agencia durante años: la creencia de que la violencia es una solución viable para el problema del narcotráfico. Sin embargo, este enfoque ha sido criticado por su falta de efectividad y por las violaciones a la soberanía de México. La intervención militar en otro país sin el consentimiento de su gobierno es una violación de la legalidad internacional y plantea serias preguntas sobre el respeto a los derechos humanos.
### La DEA y su Historia de Injerencia
La DEA ha sido acusada de actuar como un brazo del gobierno estadounidense en su lucha contra el narcotráfico, pero su enfoque ha sido cuestionado en múltiples ocasiones. A lo largo de las décadas, la agencia ha estado involucrada en operaciones encubiertas que han llevado a la violación de derechos humanos y a la desestabilización de gobiernos en América Latina. La propuesta de ataques militares en México es solo un ejemplo más de un patrón de comportamiento que ha sido criticado por su falta de respeto a la soberanía nacional.
La reforma a la Ley de Seguridad Nacional, impulsada por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador en 2020, busca poner fin a este tipo de injerencias. Esta legislación establece que los agentes de otros gobiernos deben informar a las autoridades mexicanas sobre sus actividades relacionadas con la seguridad nacional. Esta medida es un intento de restaurar la soberanía de México y limitar la capacidad de la DEA para operar sin supervisión. Sin embargo, la resistencia de la DEA a aceptar estas nuevas reglas sugiere que la agencia sigue considerando a México como un campo de operaciones en su guerra contra las drogas.
La historia reciente ha demostrado que las tácticas agresivas de la DEA no han logrado reducir el tráfico de drogas. En lugar de ello, han contribuido a un ciclo de violencia que ha afectado a miles de mexicanos. La complicidad de algunos funcionarios mexicanos, como Genaro García Luna, quien actualmente enfrenta cargos en Estados Unidos por tráfico de cocaína, ha complicado aún más la situación. Esto plantea la pregunta de si la DEA realmente está interesada en combatir el narcotráfico o si su objetivo es mantener su influencia en la región.
### La Necesidad de una Nueva Relación
La relación entre México y la DEA necesita ser reevaluada. La reciente revelación sobre las propuestas de la DEA subraya la urgencia de establecer un marco de colaboración que respete la soberanía de México y se adhiera a las leyes internacionales. Es fundamental que cualquier cooperación en materia de seguridad se realice con transparencia y bajo el marco legal establecido por el gobierno mexicano.
Además, es crucial que México tome una postura firme frente a la DEA y otras agencias estadounidenses que operan en su territorio. La falta de acción por parte del gobierno mexicano podría interpretarse como una aceptación tácita de las tácticas injerencistas de la DEA. Por lo tanto, es imperativo que se establezcan mecanismos de control y supervisión que garanticen que las operaciones de la DEA en México se realicen de manera legal y respetuosa.
La lucha contra el narcotráfico no puede basarse en la violencia y la militarización. Es necesario adoptar un enfoque más integral que incluya la prevención, la educación y el desarrollo social. La cooperación entre México y Estados Unidos debe centrarse en el fortalecimiento de las instituciones mexicanas y en la promoción de políticas que aborden las causas subyacentes del narcotráfico.
En este sentido, la comunidad internacional también tiene un papel que desempeñar. Organismos multilaterales y organizaciones de derechos humanos deben condenar las acciones de la DEA que violan la soberanía de México y los derechos humanos de sus ciudadanos. La presión internacional puede ser un factor clave para que la DEA y el gobierno estadounidense reconsideren su enfoque hacia México.
La situación actual exige un cambio de paradigma en la forma en que se aborda el narcotráfico y la seguridad en la región. La militarización y la violencia no son soluciones viables y solo perpetúan un ciclo de sufrimiento y desestabilización. Es hora de que tanto México como Estados Unidos trabajen juntos en un marco de respeto mutuo y colaboración efectiva, que priorice la paz y la seguridad de ambos países.