En un contexto de creciente tensión política, cientos de simpatizantes del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro se manifestaron en varias ciudades de Brasil el pasado domingo, coincidiendo con el Día de la Independencia del país. Las protestas se centraron en la oposición al juicio que enfrenta Bolsonaro por supuestos actos de golpismo, en el que se le acusa de haber liderado un complot para mantenerse en el poder tras su derrota electoral en 2022 frente al actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Los manifestantes se concentraron en lugares emblemáticos como Río de Janeiro, Belo Horizonte, Brasilia y São Paulo, ondeando banderas de Brasil, Estados Unidos e Israel. Portaban carteles con mensajes como «Fuera De Moraes», en referencia al juez Alexandre de Moraes, quien está a cargo del caso. La situación se ha vuelto aún más crítica, ya que Bolsonaro, quien se encuentra bajo arresto domiciliario desde el 4 de agosto, podría enfrentar una condena de hasta 40 años de prisión.
### La situación del juicio y sus implicaciones
El juicio oral contra Bolsonaro ha captado la atención tanto a nivel nacional como internacional. La fase final del proceso judicial comenzó la semana pasada y se reanudará el próximo martes, cuando los cinco jueces de la Primera Sala del Supremo Tribunal Federal de Brasil emitirán su veredicto. Los seguidores de Bolsonaro han expresado su descontento con el sistema judicial, acusando a la Corte Suprema de ser un ente político que actúa en contra de los intereses del ex presidente y de sus votantes.
Nilton Neiva, un empresario de 64 años que viajó desde Minas Gerais para unirse a las protestas en la Avenida Paulista, expresó su indignación: «El juicio contra Bolsonaro es una cobardía. El Supremo se ha convertido en una banda. No hay nada contra Bolsonaro. Vamos camino de convertirnos en Venezuela». Este tipo de declaraciones reflejan el sentimiento de muchos de los manifestantes, quienes consideran que el juicio es un ataque a la democracia y a la voluntad popular.
Además de criticar al Supremo, los bolsonaristas han instado al Congreso a aprobar una ley de amnistía que beneficie a aquellos condenados por la asonada golpista. Esta demanda ha generado un debate intenso en la sociedad brasileña, dividiendo a la población entre quienes apoyan a Bolsonaro y quienes abogan por la justicia y el respeto a las instituciones.
### Reacciones internacionales y el papel de Donald Trump
Las protestas también han atraído la atención de figuras internacionales, incluyendo al ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha mostrado su apoyo a Bolsonaro. Trump ha criticado el juicio, calificándolo de «caza de brujas» y ha impuesto sanciones a Brasil en respuesta a lo que considera un tratamiento injusto hacia el ex mandatario brasileño. Estas sanciones incluyen la revocación de visas a varios magistrados del tribunal y la imposición de aranceles del 50% a las importaciones brasileñas.
Fabiana Beraldo, dueña de una herrería y participante activa en las manifestaciones, también se pronunció sobre el juicio, considerándolo «injusto» y sugiriendo que se debería «detener a Alexandre de Moraes». Su apoyo a las sanciones de Trump resuena con muchos otros manifestantes que ven en el ex presidente estadounidense una figura clave en la lucha por la libertad de Bolsonaro.
Mientras tanto, en São Paulo, se llevaron a cabo contramanifestaciones organizadas por grupos de izquierda, movimientos sociales y sindicalistas que se oponen a la amnistía y defienden la soberanía nacional. Estas manifestaciones reflejan la polarización política que vive Brasil, donde cada vez más se evidencian las divisiones entre los diferentes sectores de la sociedad.
Las protestas del pasado domingo no solo marcan un hito en la historia reciente de Brasil, sino que también plantean preguntas sobre el futuro político del país. Con un juicio que podría cambiar el rumbo de la política brasileña y una población dividida, el clima de incertidumbre se intensifica. La atención ahora se centra en el veredicto que se emitirá en los próximos días, el cual podría tener repercusiones significativas tanto para Bolsonaro como para la estabilidad política de Brasil.