La reciente tragedia ocurrida en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha dejado una huella profunda en la comunidad universitaria. Este evento, que tuvo lugar el 22 de septiembre de 2025, ha sido calificado por el rector Leonardo Lomelí como un «antes y un después» en la historia de la institución. La violencia, que se manifestó en un ataque mortal a un estudiante, ha suscitado un debate sobre la seguridad en los campus universitarios y la salud mental de los jóvenes en la era digital.
La UNAM, que ha sido un bastión de la educación superior en México, enfrenta ahora el desafío de responder a las inquietudes de sus estudiantes y de la sociedad en general. La reacción inmediata del rector fue condenar el acto violento y subrayar la necesidad de que las autoridades competentes actúen en casos de delitos dentro de la universidad. Esta afirmación resuena con fuerza en un contexto donde la autonomía universitaria ha sido objeto de debate, especialmente en lo que respecta a la intervención de las fuerzas del orden en situaciones de emergencia.
La tragedia ha puesto de manifiesto la urgencia de revisar los protocolos de seguridad en los planteles educativos. Lomelí ha destacado la importancia de capacitar al personal de vigilancia y de mejorar los controles de acceso a las instalaciones. Sin embargo, más allá de las medidas de seguridad física, el rector ha enfatizado la necesidad de atender la salud mental de los estudiantes, un aspecto que ha cobrado relevancia tras la pandemia. Muchos jóvenes han enfrentado problemas de depresión, ansiedad e ideación suicida, lo que requiere una atención integral por parte de la universidad.
La respuesta institucional ante esta crisis debe ser multifacética. Por un lado, es crucial implementar medidas de seguridad que garanticen un entorno seguro para los estudiantes. Esto incluye no solo la mejora de la infraestructura de seguridad, sino también la creación de espacios donde los jóvenes se sientan escuchados y apoyados. La UNAM debe convertirse en un lugar donde los estudiantes puedan expresar sus preocupaciones y recibir la ayuda necesaria para enfrentar los retos emocionales que enfrentan.
### La Autonomía Universitaria y la Intervención de las Autoridades
Uno de los puntos más controvertidos que ha surgido a raíz de la tragedia es la autonomía universitaria. Lomelí ha sido claro al afirmar que la UNAM no es un «Estado dentro de otro Estado» y que, cuando se comete un delito, es responsabilidad de las autoridades competentes intervenir. Esta postura es fundamental para entender el papel de la universidad en la sociedad y su relación con el Estado.
La autonomía universitaria es un principio que ha permitido a las instituciones educativas operar con independencia y libertad académica. Sin embargo, esta autonomía no debe interpretarse como un escudo que proteja a la universidad de la responsabilidad social. La UNAM, como cualquier otra institución, debe rendir cuentas y colaborar con las autoridades en la prevención y atención de situaciones de riesgo.
La intervención de las autoridades en casos de violencia es un tema delicado, pero necesario. La comunidad universitaria debe encontrar un equilibrio entre la defensa de su autonomía y la necesidad de garantizar la seguridad de sus miembros. Esto implica establecer protocolos claros que permitan una colaboración efectiva entre la universidad y las fuerzas del orden, sin comprometer la libertad académica.
### La Salud Mental como Prioridad
La salud mental de los estudiantes es un tema que ha cobrado relevancia en los últimos años, especialmente en el contexto de la pandemia. La UNAM ha reconocido que muchos jóvenes enfrentan problemas emocionales que requieren atención especializada. La presión académica, la incertidumbre laboral y los cambios en la dinámica social han contribuido a un aumento en los casos de ansiedad y depresión entre los estudiantes.
Lomelí ha señalado la importancia de escuchar a los jóvenes y de crear espacios seguros donde puedan expresar sus inquietudes. La universidad debe implementar programas de apoyo psicológico y emocional que aborden las necesidades de los estudiantes. Esto no solo implica ofrecer servicios de salud mental, sino también fomentar una cultura de empatía y comprensión dentro del campus.
La creación de grupos de apoyo, talleres de manejo del estrés y campañas de sensibilización sobre la salud mental son algunas de las iniciativas que podrían implementarse para ayudar a los estudiantes a enfrentar sus desafíos. Además, es fundamental que la comunidad universitaria, incluidos profesores y personal administrativo, esté capacitada para identificar señales de alerta y brindar apoyo a quienes lo necesiten.
La tragedia en el CCH Sur ha puesto de manifiesto la necesidad de abordar de manera integral la seguridad y la salud mental en la UNAM. La comunidad universitaria debe unirse para crear un entorno donde los estudiantes se sientan seguros y apoyados. La colaboración entre la universidad, las autoridades y la sociedad es esencial para construir un futuro en el que la educación superior sea un espacio de crecimiento, aprendizaje y bienestar emocional.
La UNAM tiene la oportunidad de liderar el camino hacia un cambio significativo en la forma en que se aborda la seguridad y la salud mental en las instituciones educativas. Al hacerlo, no solo estará respondiendo a las demandas de su comunidad, sino que también estará sentando las bases para un modelo educativo más inclusivo y comprensivo, que valore el bienestar integral de sus estudiantes.